
La muerte es la única certeza que poseemos sobre la vida. A Kuko le llegó temprana y a traición. Una silla que se tumba, unas garras que se enganchan criminales en sabe Dios qué lugar y todo termina, incluso para un habitual de tejados y cornisas.
Superada la conmoción, en una de las múltiples conversaciones diarias que mantengo con sus cenizas, decidimos crear este espacio para recrearnos en lo atemporal y huir de esa actualidad fraudulenta que solo a los bobos interesa. Él se marchó, pero nos dejó su mirada. Incrédula, enardecida, penetrante, amorosa y con frecuencia hasta pícara. Una visión que en poco comprende los comportamientos de esa banda terrorista autodenominada homo sapiens.
Acertarán quienes supongan que no ando muy en mis cabales. Este lugar no nació para las personas razonables. Absténgase fieles de cualquier credo —religioso o laico—, sectarios, fanáticos, entusiastas de las modas, idólatras, conseguidores del éxito, victimistas, agresores, quienes poseen las soluciones, quienes se creen dueños de una verdad que no existe, políticamente correctos y los que, convencidos de lo contrario, con idéntico rigor solo persiguen a un abanderado diferente. Como el teatro de los sueños de El lobo estepario, este breve resumen del ayer y proyecto de refugio natural de quienes no caben en otros emplazamientos es… solo para locos. A fin de cuentas, no muestra más que la mirada de un gato.
Bienvenidos, bienvenidas.
Rafa Hernández