Creo que entonces aún dormía sin lorazepam. De fondo sonaba el piano de Wim Mertens, la trompeta de Maalouf o tal vez el Bahlawan de Mira Awad. El portátil abierto esperando una inspiración que casi nunca aparecía. El sol, el ventanal de la sala desde el que dominabas el mundo y tú. Los fármacos capaces de transformar en domingo cualquier mañana. Te extraño fuerte, amigo. Te sigo amando.
