Apareció cuando ya no lo esperaba. «Mala suerte ―se dijo―, justo ahora que nada tengo para ofrecer». Quizá por una biografía acostumbrada al sufrimiento, se recreó en el mito social de las pasiones imposibles. Los daños del mercantilismo, que tilda de fracaso cualquier intercambio en el que la prestación y la contraprestación no se cuantifiquen como equivalentes en lo monetario. No comprendía que el amor, por naturaleza, es un ejercicio unilateral.
