Redes. Debieran ser confluencias de calles en un mismo punto (RAE). Las volvemos aparejos hechos con hilos, cuerdas o alambres trabados en forma de mallas, y convenientemente dispuestos para pescar, cazar, cercar, sujetar, etc; lugares donde se vende pan u otras cosas que se dan por entre verjas, o ardides o engaños de los que alguien se vale para atraer a otra persona.
Redes. Acepción en desuso o no, verjas o rejas que nos distancian y que nos impiden sentir el tacto de la piel ajena. La polisemia como herramienta para el sometimiento, con las agravantes de la premeditación y de la apariencia fingida.
Redes. ¿Lo que somos o lo que queremos ser? Quizá, lo que deseamos que los demás vean o sean. Un lugar inhóspito para aquellos que amamos las personas francas, los pecados carnales y las leyes muertas.
Redes. A veces un concierto de rock en el que el intérprete bala y el rebaño corea. Como si cada cual no pudiera vocear, alzar los brazos o brincar, según sus apetencias, sin precisar de un director que gobierne la orquesta. Otras, el vídeo de la boda con el que antes te obsequiaban los recién casados en tu primera visita a su hogar tras el obligatorio viaje a algún destino exótico. Citas de libros que nunca leímos. Opio desposeído del placer de volar, pero con mayor ingrediente adictivo. La democratización de la copia; el crimen premeditado de la creatividad.
Me gusta, comparto, comento. No, me niego. Gustar, comentar y compartir es otra cosa, que nunca se reduce a un clic.
Imagen: Isla (Nada). Óleo, anzuelos y puntillas sobre lino y panel de plywood, original de Yoan Capote.
Estoy de acuerdo, aunque a veces no haya otra opción.
Un beso.
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Un lugar tan inhóspito como hoy necesario. Ojalá y nos sirva
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