Fue la última oportunidad en que te vi ante un teclado. Hará, más o menos, un año y medio. Me ha costado entenderte. Pero sí, hoy todo se muestra como lo describiste.
¡Qué listo eras, compañero! Te sigo extrañando. Tanto que, a veces, solo a veces, maldigo esa herencia genética que me condena a sobrevivir.